Durante más de tres décadas, Turquía, un miembro de la OTAN, ha intentado entrar en el club europeo, que ha cambiado de nombre, formas y objetivos varias veces desde su creación en los años cincuenta. Sin embargo, al igual que ha ocurrido con sus predecesores, la Unión Europea no ha mostrado interés en aceptar a Turquía, pese a las declaraciones diplomáticas que afirman otra cosa. Para rechazar la candidatura turca, la Unión Europea ha recurrido a ciertos factores, como la debilidad de su economía, su burocracia ineficaz, la intromisión del Ejército en la vida civil, la extensión de la corrupción, sus violaciones de los derechos humanos y su enfrentamiento con uno de los miembros actuales de la UE (Grecia) y con un futuro miembro (Chipre). En realidad, todo esto no han sido más que excusas para negar la entrada a Turquía. Varios países del Este de Europa, con problemas similares, han sido reconocidos como candidatos oficiales, y algunos de ellos, como Hungría o la República Checa, se unirán probablemente a la UE en el próximo turno de ampliaciones.
Por contra, la UE se negó incluso a considerar a Turquía como posible candidato hasta el 2000, año en que lo hizo debido, sobre todo, a las presiones norteamericanas. En los años noventa, Turquía realizó diversas reformas para liberalizar su economía, modernizar su administración y mejorar la situación de los derechos humanos. En el plano internacional, Ankara llevó a cabo diversas acciones para mejorar sus relaciones con Grecia y e inició incluso un diálogo con la República grecochipriota. Sin embargo, todos estos pasos no han logrado cambiar la actitud negativa de la UE hacia ese país. Parece como si algunos sectores dentro de la Unión quisieran mantener a ésta como una especie de club "cristiano" y no tuvieran interés en lograr la entrada de Turquía, un país mayoritariamente musulmán, pese a su estatus laico. Este empeño es cada vez más absurdo, no sólo desde el punto de vista de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que establece de forma clara la libertad de religión, sino también por el hecho de que existen hoy en día varios estados o semiestados de mayoría musulmana, o que lo van a ser pronto, como son Bosnia-Herzegovina, Albania, Macedonia o Kosovo.
Hay además otra razón de peso, que viene dada por el propio tamaño de Turquía. Este país posee en la actualidad unos 60 millones de habitantes, pero según las tendencias existentes, esta población podría llegar a alcanzar los 80 millones en el 2050, año en la que la mayoría de los países de la UE, en contraste, sufrirán caídas importantes en sus cifras de población con respecto a las que existen hoy en día. En la actualidad, la población de Turquía situaría a este país entre los grandes de la Unión, al nivel de Francia o Alemania. Por otro lado, según algunas fuentes, Turquía necesitaría unas ayudas entre 35.000 y 50.000 millones de dólares para llevar a cabo una modernización en profundidad de su economía y muchos en Europa temen echarse semejante carga encima. En realidad, como las pasadas tres décadas han demostrado, la UE ha mostrado únicamente un interés en asociarse con Turquía en base a sus propios intereses económicos, políticos y de seguridad. Una cooperación en todos estos campos con Ankara resulta obviamente necesaria para la Unión Europea por ciertas razones. Una de ellas es la pertenencia de Turquía a la OTAN, de la cual son miembros también la mayoría de los países de la UE. Turquía es asimismo el "colchón" que separa a Europa de Oriente Medio y de los países que formaron parte en su día de la antigua Unión Soviética.
Hasta el momento, lo único que Turquía ha conseguido de la UE han sido algunos acuerdos. Uno de ellos, sobre eliminación de tarifas aduaneras, ha facilitado las relaciones económicas entre Turquía y la UE, pero sólo hasta un extremo bastante limitado. Pese a las declaraciones de responsables europeos, no hay nada que indique que estos acuerdos sean pasos importantes hacia la eventual entrada en la UE. Hay que recordar que la Unión tiene firmados otros acuerdos con países mediterráneos como Marruecos o Líbano, que no son considerados como serios candidatos a la adhesión. Un avance más importante ha sido el que la Unión haya clarificado, al fin, sus demandas específicas a Turquía, que vienen recogidas en el así llamado Documento de Asociación y Adhesión. Entre estas condiciones hay que señalar la supresión de la pena capital, el uso del idioma kurdo en la educación oficial y los medios de comunicación y cambio de actitud de Turquía hacia el contencioso de Chipre. Los líderes de la UE se reunirán a finales de año y valorarán el grado de cumplimiento de dichas condiciones realizado por Turquía y decidirán si invitar o no a este país a iniciar negociaciones formales con vistas a la adhesión. Estas demandas han causado una profunda división en el país. Aunque el 75% de los turcos siguen mostrándose favorables a la entrada en la UE, algunos círculos ultranacionalistas y gran parte de los responsables políticos y militares han levantado la voz para decir que "Occidente quiere dividir Turquía". Cabe decir que la hostilidad hacia Europa y Occidente en general proviene de los círculos más laicistas del país y el aparato kemalista.
Los islamistas turcos, por el contrario, son los más firmes partidarios de la adhesión a la Unión, pues consideran que esto conllevaría la democratización del país y acabaría socavando el actual sistema autoritario kemalista, que mantiene una actitud de abierta hostilidad y persecución contra la religión y, sobre todo, contra el islamismo político. Durante un reciente encuentro con presidente Ahmet Necdet Sezer, el líder del Partido islamista Justicia y Desarrollo, Recep Tayyip Erdogan, y el del Saadet (Felicidad), Recai Kutan, señalaron que Turquía debía de realizar todas las reformas necesarias para ser aceptada en la UE. La última expresión del enfrentamiento entre el establishment gobernante de Turquía y Europa se produjo cuando la organización Periodistas Sin Fronteras colocó un mapa en la estación de St Lazare del metro de París, en la que venían indicados los países donde no existe libertad de prensa, junto con las fotos de sus jefes de Estado. En el caso de Turquía, la fotografía impresa no era la del presidente Sezer, sino la del jefe del Estado Mayor, General Huseyin Kivrikoglu. Este hecho venía a resaltar el hecho de que son los militares los que detentan el verdadero poder en Turquía. No hace falta decir que esto causó una profunda irritación en los círculos oficiales turcos y en los medios vinculados a éstos. Francia fue acusada, por dichos medios, de ser enemiga de Turquía "desde mediados del siglo XVIII". Otra tormenta similar estalló cuando un periódico sueco imprimió un mapa de Turquía, donde venían especialmente resaltada la zona del Kurdistán, en el sureste del país.
Por su parte, los sectores favorables a la adhesión a la UE se han movilizado para reclamar que Turquía cumpla las condiciones impuestas por la Unión. El viceprimer ministro y líder del Partido de la Madre Patria (ANAP), Mesut Yilmaz, ha lanzado una campaña en favor de la entrada en la UE y ha advertido a sus compatriotas de que si Turquía pierde esta oportunidad histórica para entrar en la Unión, los problemas sociales se dispararán. Yilmaz ha acusado también al Ejército de interponer obstáculos en el camino hacia la adhesión. Unos 500 intelectuales turcos han publicado asimismo una declaración titulada "El lugar de Turquía está en la UE", en la que abogan porque Turquía se convierta en una tierra de libertad, democracia, desarrollo y prosperidad. Los firmantes han pedido a los gobernantes que se distancien de su vieja obsesión con el tema de la seguridad. Uno de ellos, Cengiz Sandor, ha advertido que la economía turca sufrirá si el país no logra cumplir las condiciones de adhesión a finales de este año y la crisis política también se agudizará. Él culpa a "un puñado de individuos" de "poner en peligro el futuro de la nación". Todo dependerá, pues, de si Turquía es o no capaz de cumplir las condiciones mencionadas, algunas de las cuales son más fáciles de cumplir que otras. La menos complicada parece ser la derogación de la pena de muerte. De hecho, no ha habido en los pasados dos años 20 meses ninguna ejecución en Turquía. El único asunto espinoso a este respecto es el del posible cumplimiento de la sentencia de muerte impuesta a Abdullah Ocalan, líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). En este sentido, el primer ministro Bulent Ecevit, ha manifestado ya que el cumplimiento de la pena de muerte impuesta a Ocalan supondría un perjuicio para Turquía. Sin embargo, el viceprimer ministro y líder del ultranacionalista Partido de Acción Nacionalista (MHP), Devlet Bahceli, se muestra en desacuerdo con este punto de vista y aboga por la ejecución de Ocalan. Hay que decir que el MHP y otros sectores ultranacionalistas han estado también llevando a cabo una campaña en contra de la integración en la UE.
Otro tema de difícil solución es el de la enseñanza de la lengua kurda y su utilización por los medios de comunicación. Tanto el gobierno como los militares se oponen a la utilización del idioma kurdo en los centros educativos y los medios de comunicación. El propio Yilmaz ha mostrado su apoyo a una nueva ley de radio y televisión que prohíbe la utilización del kurdo en dichos medios. Sin embargo, el mayor obstáculo a la hora de plantear la posible entrada de Turquía en la UE reside en el tema de Chipre. Los turcos se muestran irritados por la decisión de la Unión de no esperar a que el conflicto de la isla sea resuelto para dar luz verde a la entrada de Chipre. Hay que recordar que la UE reconoce al gobierno grecochipriota de Nicosia como única autoridad legítima de Chipre. Ankara ha amenazado con anexionarse la parte turcochipriota de la isla, en el caso de que Nicosia entre en la Unión, sin un acuerdo previo con las autoridades turcochipriotas.
Apertura al Este
n los últimos meses ha habido varias declaraciones del poderoso Consejo de Seguridad Nacional de Turquía, que parecen dar a entender que existe la posibilidad de un giro en la estrategia geopolítica del país. En su discurso del pasado marzo ante la Academia Militar de Ankara, el general Tuncer Kilic, expresó sus dudas de que la Unión Europea vaya a aceptar a Turquía como miembro y sugirió que el país podría buscar aliados en otra parte, incluyendo sus grandes vecinos, Rusia e Irán. La cooperación de Turquía con Irán no es una idea nueva. Con anterioridad a la Revolución iraní de 1979, ambos países formaban parte de una alianza militar (la Organización del Tratado Central ? CENTO), vinculada a EEUU. Las dos naciones, junto con Pakistán, son también miembros fundadores de la Organización para la Cooperación Económica (ECO), que incluye asimismo a los países del Asia Central y varios otros del Cáucaso.
A corto plazo, una rápida expansión de las relaciones de Turquía con Irán es difícil debido a los intereses enfrentados de estos países, especialmente en la región del Cáucaso y el Asia Central. La diferencia entre el sistema político laicista de Turquía y el religioso de Irán es también un obstáculo importante a la hora de establecer una cooperación efectiva. Los iraníes ven también con aprehensión el acuerdo militar de Turquía con Israel, que incluye el establecimiento de un 12% de la fuerza aérea israelí en el territorio turco. Otro tema más que enfrenta a Turquía con Irán, y también con Rusia, es la construcción del oleoducto Bakú?Ceyhan, que EEUU ha alentado para tratar de evitar que el petróleo del Cáucaso y Asia Central sea exportado hacia los mercados internacionales a través del territorio ruso o iraní. A todo ello hay que añadir que hace varios meses, cuando se recrudeció la tensión entre Irán y Azerbaiyán debido a sus diferencias de criterio con respecto al reparto de los recursos del Mar Caspio, Turquía envió algunos aviones F-16 a Bakú con el fin de mostrar su apoyo a Azerbaiyán. Otro asunto que perjudicó las relaciones bilaterales en el pasado año fue el retraso turco a la hora de llevar a la práctica un contrato para la importación de gas iraní. Este tema quedó resuelto finalmente el pasado diciembre, cuando Turquía empalmó un gaseoducto a otro iraní y comenzó a recibir el gas.
A pesar de estos puntos de fricción, todo apunta a que, en la actualidad, Turquía está decidida a desarrollar sus lazos con Irán. Un buen ejemplo de esto es la visita llevada a cabo por el presidente turco, Ahmet Necdet Sezer, a dicho país los pasados días 17 y 18 de junio. El viaje de Sezer tuvo algunos elementos de interés como fue su visita al Azerbaiyán iraní, la primera de un jefe de estado turco a la región, donde viven unos 20 millones de azeríes, un pueblo íntimamente ligado al turco. Poco después, fue inaugurado, también por vez primera, un Departamento de Estudios Turcos en la Universidad de Teherán. En un significativo gesto, Sezer declaró que, para Turquía, la profundización de las relaciones con Irán se había convertido en "una alta prioridad". Es muy dudoso que esta declaración haya hecho feliz al gobierno de EEUU, que ha incluido a Irán como parte de su "eje del mal". Estas palabras de Sezer indican a las claras la oposición de Ankara a esta política estadounidense y su intención de buscar sus propios intereses, incluso aunque sean contrapuestos a los de Washington.
Por su parte, el presidente iraní, Muhammad Jatamí, dio su total apoyo a la adhesión de Turquía a la UE, algo lógico, pues es probable que Irán sea uno de los países más beneficiados por una medida de este tipo, dado que ambos países son socios dentro de la ECO. La mejora de relaciones con Turquía, se enmarca también en la política de acercamiento de Irán hacia sus vecinos, que recibió un fuerte impulso tras la elección de Jatamí en 1997. Otro punto de enorme relevancia en la aproximación de Turquía a sus vecinos orientales es el acuerdo militar firmado con Siria el pasado 20 de junio en la ciudad de Ankara. Dicho acuerdo ha puesto fin a más de 20 años de tensiones bilaterales entre ambos estados. Esta tensión llegó a su punto culminante en el otoño de 1998, cuando Siria desplegó parte de su Ejército en la frontera con Turquía. Este acuerdo representa la culminación de tres años de desarrollo de las relaciones bilaterales en los terrenos económico, social, cultural y de seguridad. El inicio de la ruptura del hielo entre ambos países tuvo lugar en junio de 2000, tras la visita del presidente Sezer a Damasco, adonde acudió con el fin de participar en el funeral del presidente Hafez el Assad. Para Siria, el acuerdo supone el poder asegurar su flanco norte en un momento de tensión con Israel y de presión por parte de EEUU. Turquía, por su parte, ha logrado abrir la vía para una mayor cooperación económica, no sólo con Siria sino también con todo el mundo árabe. Este acuerdo, junto con la visita de Sezer a Irán, permite a Ankara reforzar su papel en la región de Oriente Medio y el Asia Central y representa el inicio de una apertura política hacia sus vecinos orientales. Hay que recordar también que los tres países comparten su rechazo a la partición de Iraq o el establecimiento de un estado independiente kurdo en el norte de dicho país.
Juan Carlos Accino Ruiz
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